Titulo: All I see is Gold.
Rated: +11.
Genero: Fantastico.
Pairing: Hunhan.
Grupo: EXO.
N/A: No se a vosotros pero a mi me encantan los dragones, y después de ver "Como criar a tu dragón" y "Como criar a tu dragón II" no he podido evitar escribirlo hahahaha En gran parte también me he inspirado en la cuatrilogia(?) "El legado". Es un poco mezcla de las películas, los libros y mi imaginación o sea que espero que guste.
[Imagen va aqui, pero por ahora no la tengo hecha ;;]
La primera vez que Sehun vio un
dragón fue cuando tenía cuatro años, claro que no está muy seguro de haber
visto alguno antes y no acordarse de ello. Aunque su padre le había dicho que
se escondiese la curiosidad pudo con él y se arrimó a mirar por la ventana para
ver si tenía suerte.
Y la tuvo. Justo se paro uno
delante de la ventana. Debía de medir unos 12 metros de longitud y era de color
rojizo. Sus escamas no brillaban mucho porque era de noche y la luz de la luna
estaba aun más atenuada por las nubes. Esta criatura en vez de tirarse
directamente a por las ovejas que había en el pasto se tiro sobre la húmeda y
larga hierba revolcándose en ella como si fuese lo más suave del mundo. Después
de quedarse a gusto se enderezó y lamio juguetonamente a una de las ovejas. Sehun,
sin poder evitarlo rió y de la emoción abrió la puerta de la ventana lentamente
de un simple golpe suave. Esta comenzó a abrirse lentamente.
El movimiento llamo la atención
del dragón, que lo miró con la misma curiosidad con la que el humano lo miraba.
Sin saber qué hacer, el pequeño le saludo con la mano. La criatura se quedo
mirando aquel gesto como si fuese algo extraño, pero alzó la pata delantera e
imitó los movimientos antes de echar a volar otra vez.
Hacía tiempo que se había dejado
de cazar dragones en la aldea porque se había descubierto que si no se les
atacaba ellos creaban ningún daño. Una noticia que alegro a mucha gente. No se
sabía mucho de aquellas criaturas aladas pero no tenerlos como enemigos era un
gran alivio. Hacia una década los habitantes de la aldea habían quedado
reducidos por todas las peleas que se tenían con las majestuosas criaturas.
Vivir en paz con ellos era un
gran paso para todos, aunque aun se les tuviese miedo.
No era el caso de Oh Sehun. Este
siempre había sentido una gran familiaridad con los dragones y ardía en ganas
de verlos cada vez que tenía oportunidad. Solía escaparse a menudo de sus
obligaciones para poder verlos, pues no le parecía tan importante hacer pan
para todo el mundo comparando con disfrutar de las majestuosas vistas en las
que se podía ver como los dragones hacían piruetas sobre los grandes bosques
que rodeaban el lugar.
Se había ganado más de una bronca
proveniente de su padre, que no sabía qué hacer con el chico pues daba igual
cuanto lo intentase este no hacía caso. Todos lo tenían como un caso perdido.
Algún día su falta de sensatez le llevaría a hacer una estupidez y jamás lo
volverían a ver jamás.
Y no estaban equivocados. La fría
noche del 3 de febrero Oh Sehun no volvió a casa. En una situación normal hubiesen
mandado a un equipo de rastreo a buscar al muchacho pero la tormenta de hielo
era tan espesa que a nadie se le permitió salir del edificio principal aquella
noche. Los jóvenes padres lloraban por la pérdida de su querido hijo mientras
que pocos podían llegar a comprender lo se sentía en esa situación.
El joven había salido después de
comer al bosque. A su madre se le había hecho imposible retenerlo en la aldea
incluso después de avisarle que iba a haber una gran nevada en breves. Su hijo
le sonrió de oreja a oreja y le prometió volver sano y salvo.
Con lo que no contó el chico fue
con perderse. Creí que conocía bien el bosque, pero la nieve que había caído
durante la noche anterior había borrado todas las marcas humanas que se habían
dejado durante los siglos y llego un momento en el que no sabía dónde se
encontraba. Aun así la situación no le preocupo, si se alteraba iba a ser más
difícil para él pensar claramente y prácticamente imposible volver a casa.
Tenía intenciones de hacerlo
hasta que escucho un gruñido teñido completamente de dolor. No era un sonido
humano, ni tampoco de un animal corriente del bosque. Todos los grandes
depredadores se encontraban invernando en esos momentos y no se les ocurriría
salir de sus madrigueras con el frió que hacía. Por puro instinto siguió los
quejidos que se seguían superponiendo uno detrás de otro. Cada vez se hacían
más intensos y el chico podía comprender que la criatura no lo tenía que estar
pasando nada bien. Era joven pero había vivido lo suficiente para saber que el
dolor físico podía ser insoportable cuando uno se lo proponía.
Bajando una pequeña ladera pudo
encontrar recostado al lado del río un bulto rojo carmín. Su corazón se acelero
cuando descubrió con sus propios ojos que la criatura delante de él era un
dragón. Prácticamente corrió hasta él, quedándose sin mucha energía después de
todo el esfuerzo que había hecho. Quizás habría sido mejor idea volver a la
aldea y disfrutar de un caliente estofado, pero se había sentido incapaz de
hacer eso. Simplemente la curiosidad siempre le perdía y metía en problemas.
Cuando intento acercarse a la
criatura mágica esta le gruño con fuerza, dejando salir por los orificios que
debían de ser nasales caliente humo, indicándole que a la siguiente iba una
llamarada. Al entender la amenaza el joven levanto las manos con tranquilidad e
inclino la cabeza sin saber porque lo estaba haciendo. Simplemente lo hizo. Al
levantar la vista pudo ver como el dragón lo miraba fijamente. Sonrió para sí
mismo mientras el dragón agachaba la cabeza y la apoyaba en el suelo cansado.
–No voy a hacerte daño –habló de
manera pausada aunque dudaba que le pudiese entender–. Solo quiero ayudarte,
¿me dejas?
Se siguió acercando con las manos
en alto y de manera lenta. El dragón no se movió un solo centímetro, se dedico
a mirarlo desde la posición en donde estaba. Con un poco de confianza en sí
mismo el chico se acerco más y se agacho para mirarle a la cara una vez estaba
la cabeza.
–Buen chico –acarició la escamosa
piel que tenia entre los ojos. La criatura los cerró, parecía que le gustaba
aquella simple caricia–. Voy a mirar donde estas herido ¿sí? Te ayudare a salir
de esta –aseguró con una gran sonrisa en la boca.
Después de tranquilizar al
lagarto gigante comenzó a rodearlo por la derecha. Sus manos no se separaban de
su piel por si tocaba algo que sus ojos no podían percibir. Al fin y al cabo el
dragón era rojo carmín y puede que fuese difícil divisar una herida o siquiera
sangre. Después de rodear una de los lados del dragón y no encontrar nada decidió
pasar al lado contrario. Quedo totalmente anonadado al hacerlo. En la parte
trasera del dragón pudo ver como había huevos de dragón. Se quedo paralizado al
verlos. Nadie en su vida había tenido tanta suerte como él para ver aquello.
Los huevos eran todos de
diferentes colores y tamaños. Sehun conto hasta siete huevos diferentes. Todos
relucían como si fuesen piedras o metales preciosos, y no parecía que hubiesen
salido de las entrañas de nadie pues parecían estar pulidos a conciencia. El
muchacho estaba seguro que si el sol hubiese dado tan solo un poco más se
habría quedado ciego ante el brillo que fuesen a desprender, pues en aquel día
tan gris estos brillaban como si les diese una luz que el chico no podía ver.
Se acerco a los huevos, posando
su oreja y manos en cada uno de ellos. En el interior se podía escuchar
claramente el latido de la cría que crecía ahí dentro, en alguno podía
escucharse hasta varios latidos. Aquello era impresionante, el mejor día de su
vida.
–No me habías dicho que eras una
dragona embarazada –rió para sí mismo–. Voy a –mientras hablaba comenzó a
quitar la nieve y hielo de la hierba que había al lado de la barriga de la
inmensa dragona– acercarlos a ti para que tengan calor y…
La dragona gruño con fuerza, pero
no sonó a como si estuviese en desacuerdo con él. Más bien volvió a ser un
rugido de dolor y desesperación.
El joven la miro fijamente,
esperando saber que era lo que le pasaba, pero era incapaz de comprender que
era lo que iba mal. No al menos hasta que vio un pequeño destello dorado desde
lo que debía de ser la cloaca de la dragona.
Sin pensárselo mucho dejo lo que
estaba haciendo y camino lentamente hasta el lugar. El huevo no era tan grande
como los otros, como mucho medía el antebrazo de Sehun, pero se había atascado en
una de las rugosidades y parecía que eso le estaba haciendo mucho daño a su
madre teniendo en cuenta que acababa de dar a luz a siete huevos.
–No puedo creer que vaya a hacer
esto… –cogió aire antes de meter ambas manos en la cloaca de la criatura. Agarró
el huevo con fuerza para que no se le resbalase con todo el modo que había en
esa parte del cuerpo. La dragona volvió a rugir y movió la cabeza y cuello para
mirar de manera amenazante al joven. Pero este no se dio cuenta, estaba
demasiado ocupado intentando ayudarla. Apoyando su pierna derecha en el cuerpo
de la majestuosa criatura y echándose hacia atrás consiguió hacer la fuerza
suficiente para desencajar el magnífico huevo dorado.
El joven acaricio el huevo,
orgulloso de su gran hazaña. Nadie se lo creería en la aldea y puede que mejor
fuese no decírselo a nadie. Con una gran sonrisa miro a la dragona que mientras
se acercaba a él abría la boca cada vez más. Esa sonrisa que se había formado
en su cara se desvaneció de inmediato. Debía de escapar. Se había tomado
demasiada confianza con ella y no le había gustado.
Realmente el no podía hacer nada
en contra de un majestuoso dragón, aunque estuviese cansada por haber dado a
luz recientemente. Esas criaturas eran demasiado poderosas y él no había sido
criado para matarlos. Tampoco habrá sido capaz de hacerlo.
Notó el ardiente aliento de la
dragona en su cara y cuerpo. “Me va a
comer” es lo único que pudo pensar antes de notar algo pegajoso caer sobre
él. Debía de ser su saliva. Cerró ojos los ojos con fuerza, esperando que todo
terminase cuanto antes. Pero se hacía demorar y parecía que la gran criatura
estaba sufriendo con su tortura. Se mordió el labio tan fuertemente que se hizo
una herida notando el metálico sabor de la sangre. Entonces noto algo blando,
esponjoso y caliente momentáneamente sobre su cara. Abrió los ojos sorprendido
y los volvió a abrir antes de que le volviese a pegar una juguetona lamida y se
le metiese algo en el ojo. Después de ese gesto la dragona le acaricio con el
morro varias veces.
–¿No… no vas a comerme? –pregunto
anonadado el chico. No tuvo respuesta porque los dos miraron al cielo al notar
escuchar un gran estruendo. Estruendo que se repitió unas cuantas veces antes
de que Sehun volviese sobre sus cabales. Ese ruido solo podía significar…–: la
tormenta –habló de manera lenta.
Con renovada energía se levanto
con el huevo aun entre sus brazos y lo dejo con cuidado al lado del lomo de su
madre. Acto seguido intento hacer lo mismo con los demás. Con cinco de ellos no
tuvo ningún problema, pero los dos últimos eran muy grandes. La criatura
mitológica le miraba con curiosidad sin comprender muy bien lo que hacía.
Tampoco es como si Sehun se diese cuenta de que estaba haciendo el trabajo
solo. En lo único que podía pensar era en la tormenta inminente y que tenía que
ayudar en lo que podía para que aquellas crías de dragón pudiesen vivir.
Diez minutos después de estar
empujando ambos huevos consiguió que todos entrasen bajo la ala de su madre.
Sonrió feliz con su trabajo una vez hubo terminado.
–No dejes que les pase nada a tus
pequeños ¿sí? –le pidió con una pequeña sonrisa de complicidad. Como si
comprendiese la criatura asintió con la cabeza a lo que el chico le había
dicho–. Voy a buscar un refugió, cuando la tormenta haya terminado volveré
–prometió.
Pero la dragona no le dejo ir.
Con la ayuda de su ala lo arrastró hasta el mismo lugar en el que se
encontraban sus huevos. El chico no pudo negarse, el frió y el golpe que se
había dado contra uno de los más grandes había provocado que perdiese la
conciencia.
Había pasado poco más de una
semana cuando Sehun volvió a la aldea. Era la hora de cenar y por eso todo el
mundo menos los vigilantes se encontraban en el edificio principal que lo
utilizaban para las comidas, reuniones y asambleas. Sabiendo donde se
encontraban todos fue directo hasta el lugar. Sin mucho esfuerzo abrió la
puerta del edificio, llamando la atención de todo el mundo que estaba dentro.
Alguien grito al verle, pudo
reconocer el grito como el de su madre sin ningún problema. El joven no pudo
evitar sonreír al darse cuenta de que lo había echado de menos. Al cabo de unos
segundos estaba entre los brazos de sus padres, que lo agarraban con fuerza
para que no pudiera volver irse nunca más.
Su madre lo inspecciono por todos
lados. Casi parecía que esperaba verlo herido por alguna parte, pero no era el
caso.
–Estoy bien madre, te lo prometo
–sonrió mientras esta le agarraba de los mofletes y le miraba directamente a
los ojos, antes de comérselo a besos.
–Minha, deja que el chico respire
–le intento ordenar el padre aunque supiese que su esposa no estaría dispuesta
a soltarlo nunca más–. Debe de estar cansado y hambriento.
–En realidad estoy bien –aseguró
el menor–. Aunque no me vendría mal algo caliente y que este cocinado.
La gente se mostro incrédula a
que el joven siguiese vivo. Se alegraban de que no hubiese ocurrido una
desgracia y que la familia Oh pudiese seguir adelante después de aquella
fatídica semana. En general no había sido una semana alegre en la aldea pues
cuando un joven moría o desaparecía era motivo de luto general, en muestra de
respeto a la vida. Una vida que podría haber durado más y crear sus propias
hazañas.
Todo el mundo había comenzado a
alabarlo por su gran proeza. Pero se asombraban al ver que aun volvía una y
otra vez al bosque. Al parecer todo el mundo se imagino que después de lo
vivido le tendría que tener miedo, pero Oh Sehun no era un chico normal después
de todo.
Una vez nada más adentrarse en el
bosque se dio prácticamente con alguien. Ese alguien era Luhan, el hijo del
jefe. Era el tipo de chico que tenia a todas las jovenzuelas enamoradas de él.
Y es que no era para menos. Aunque podía considerarse que Luhan era un chico
más bien bajito y poco corpulento comparando con el resto de hombres había
demostrado más de una vez que tenía fuerza. Sus facciones eran aniñadas y lo
hacía parecer siempre joven y lleno de energía, aunque por lo general su rostro
solía ser serio tal y como se pedía en él pues iba a ser el siguiente jefe a no
ser que su padre perdiese el mandato o alguien le retase y ganase.
Siempre había escuchado que era
una persona agradable de tratar y muy generoso con lo que tenia. Había
aprendido a tomar responsabilidades poco comunes para su edad y era adorado por
todo el pueblo.
Sehun jamás había hablado con él,
su posición jerárquica era muy baja comparando con la suya. No tenían ni la
misma edad, se llevaban cuatro años, y no había coincidido nunca con él en
ninguna parte. Es más, era la primera vez que le veía tan de cerca.
–Aun no he podido felicitarte por
haber sobrevivido durante tanto tiempo tu solo en el bosque –el mayor le sonrió
de manera amable sorprendiendo al menor. Su voz era más suave de lo que había
imaginado nunca.
–No fue para tanto –inclinó la
cabeza avergonzado. Hasta el momento solo las personas que conocía de algo se
habían acercado para felicitarle, los demás lo hacían en grupo o habían
felicitado a sus padres en vez de a él–. La verdad es que tengo un poco de
prisa y… –intentó rodear al chico.
–No tienes que huir de mí –con un
solo paso volvía a estar delante de él. Sehun le miro a los ojos sin comprender
que era lo que quería de él. Parecía ser que si quería el mayor sabía
intimidar–. Yo puedo ayudarte.
–No necesito tu ayuda –respondió
de manera contrariada. ¿Acaso se había perdido algo y el no se había enterado?
–Yo no estaría tan seguro –lo
agarró del brazo cuando el menor volví a intentar escaparse de él nuevamente.
Por la cabeza de Sehun pasaron muchas cosas. Quizás el mayor estaba enfadado
por su creciente fama, y no le agradaba que alguien pudiese llegar a hacerle
sombra–. Debes de estar asustado y sin saber que debes de hacer… –escrutó su
cara de manera detallada.
–Tú no me conoces –se atrevió a
decir notando la fija mirada del mayor en él.
–En realidad te conozco un poco
más de lo que crees –concretó.
Sin previo aviso agarró con más
fuerza el brazo del menor y tirando de él le llevo dentro del bosque, lejos de
cualquier mirada indiscreta. Luhan sabía que al ser el hijo del jefe solía
recibir más atención de la debida, y si además tenía que hablar con la nueva
celebridad del pueblo la intimidad era bienvenida en cualquier sitio. El joven
se dejo llevar al principio sin ningún inconveniente. El quería ir al bosque,
si lo metía dentro no iba a quejarse.
–Sé tú secreto –aseguró el chico
de pelo oscuro después de mirar que nadie les seguía. Sehun se tensó al
completo, pero intento actuar de manera normal.
–Yo no tengo ningún secreto
–habló de manera seria con una expresión impasible–. Bueno, no al menos más que
los de una persona normal y corriente –se apresuró a decir pues no le gustaba
mentir tampoco. Luhan rió de manera suave.
–¿Te consideras del montón? –alzó
una ceja al preguntar–. Porque no deberías.
Ambos chicos se quedaron en
silencio. Luhan miraba al menor a los ojos y aunque Sehun fuese más alto y
corpulento que él mayor (aunque solo fuese porque era ancho de espalda) se
sentía intimidado por la seria mirada de él. Muy intimidado.
Tenía intenciones de contestarle
pero escucho un gruñido, uno que conocía a la perfección. Sin siquiera pensarlo
logró deshacerse del agarre al que Luhan le sometía y salió corriendo,
intentando buscar el lugar de donde provenía. Volvió a escuchar el mismo
sonido, los cuales poco a poco se iban haciendo más comunes en el silencio
siendo así que era más fácil encontrar el foco.
Cuando llegó al lugar deseado vio
como un dragón dorado se revolcaba en la nieve. Suspiró aliviado al ver que
realmente no era nada, pero poco duro aquel sentimiento de tranquilidad. En
seguida vio como una sombra se aproximaba al pequeño dragón de apenas una
semana de vida. La cría volvió a rugir otra vez más mientras era atacada por
aquella cosa que no podía definir pues no lo podía ver apropiadamente.
Sin pensarlo acudió a la llamada
de auxilio de su pequeño amigo. Si quería hacerle daño primero tendría que
pasar por encima de él. Llego relativamente fácil hasta la cría, a la cual
cogió en brazos. Su madre se la había confiado a él, no podía dejar que le
pasase nada tan fácilmente. La sombra negra volvió a acercarse otra vez. Con
fuerza, aunque intentando no ahogarlo Sehun espachurro a su nueva “mascota”
entre sus brazos para protegerla.
–¡BELTZ(1)! –escuchó de una voz
humana. Aquella sombra desapareció como por arte de magia. Era… era algo que
Sehun no podía explicar–. Beltz no quería hacerle daño a tu dragón, solo quería
jugar con él.
De manera automática, y con la
cría de dragón aun en las manos, el chico se giro para mirar el lugar de donde
provenía la voz. Voz que podía reconocer perfectamente pues acababa de hablar
con a quien le pertenecía. Luhan se acercaba a él mientras con sus manos
jugueteaba con un dragón completamente negro. El menor solo tuvo que pensar un
poco para comprender que la sombra negra que había visto era aquel mismo
dragón.
–¿Cómo puedes estar tan seguro?
¿No son los dragones criaturas poco predecibles?
–No realmente, son mucho más
simples que los humanos –contestó el mayor de los dos–. A Beltz le gusta jugar
con los pequeños porque tienen más energía que los grandes, ¿verdad que si?
–rió mientras acariciaba la parte de abajo del dragón y este ponía cara de
placer–. Es lo que pretendía decirte, pero no parecía que tuvieses muchas ganas
de hacerme caso.
–No es como si no tuviese cosas
importantes en las que pensar –se defendió–. Comprenderás que una cría de
dragón gasta mucho tiempo y energía ¿no?
–¡Oh claro! –fue entonces cuando
el castaño reparo en el pequeño dragón–. ¿Me dejas auscultarlo?
El menor le miro con
desconfianza, apretó más a la criatura entre sus brazos aunque sabía que esta
no aguantaría mucho tiempo más ahí. En el poco tiempo que lo había conocido
había aprendido que el dragón era inquieto y sumamente curioso.
–No le voy a hacer ningún daño
–aseguró el mayor–. Solo quiero ver si está completamente bien –pero el chico
dudaba, era algo obvió nada más ver su cara–. No pretendo separarlo de ti, en
serio. En estos momentos soy la única persona en la que podrías confiar. Ezta txiki(2)?
Repentinamente el pequeño saltó
de los brazos de Sehun y sin ninguna duda se encamino hacia el rubio. El dragón
negro se aproximo desde detrás, como si no le gustase que Luhan tratase con
otros dragones.
El mayor comenzó a susurrarle
cosas al pequeño dragón, que seguía acercándose a él sin ninguna duda. Una vez
estuvo a su vera el humano le acaricio la cabeza y espalda mientras la criatura
prácticamente ronroneaba. Lo cogió en brazos y lo alzó sobre él, así pudo
observar cada recoveco del cuerpo mientras lo iba girando.
–Está sano, aunque habría que
darle algo de abrigo por las noches –informó como si fuese un medico que daba
su veredicto a un paciente–. Aun es joven y no tiene la masa suficiente para
calentarse a él mismo o escupir fuego. ¿Qué tal esta la madre?
–¿La madre? –Sehun se atraganto
con su propia saliva. ¿Cómo sabia tanto aquel chico?–. Bien, supongo. Se fue
justo después de que naciera y me… –se mordió el labio. Aun no sabía
exactamente cómo explicarlo.
–Que te marcara –el rubio termino
su frase al ver que él no estaba seguro de cómo hacerlo–. Es una sensación
extraña ¿verdad? –sonrió de medio lado–. Cuando yo lo experimente quede muy
confundido. Además no tenía ningún tipo de ayuda dentro de la aldea y… espero
que para ti las cosas vayan a ser más fáciles.
–Espera… ¿qué quieres decir exactamente
con eso? –lo miró con confusión. Creía entender que era lo que quería, pero no
creía estar dispuesto a dar lo que esperaba de él.
–No tienes porque preocuparte
ahora –aseguró el mayor–. Solo creo que vas a necesitar algo de ayuda antes de
saber qué es lo que quieres hacer realmente con ella. Nunca antes había visto
una dragona dorada… Los que tienen colores metálicos son realmente especiales
según he escuchado –dejó que la criatura volviese con quien era su “dueño” –.
Te han hecho un gran regalo –aseguró convencido de ello.
–¿Has dicho… ella? Yo... yo ni me
había planteado que pudiese ser hembra –admitió.
–Bueno, tú piensa que para eso
estoy yo aquí. Soy la única persona que puede resolver tus dudas.
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Diccionario:
(1) Beltz: Negro.
(2) Ezta txiki?: ¿Verdad, pequeño?
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