[Chenlay] Coaxed out Surreptitiously Parte 4




POW Chen:


Últimamente llegaba tarde al trabajo. Había algo que hacía que me retrasara. Y ese algo era el despertador. No llegaba a escucharlo cuando estaba dormido y era la hora ya que me pasaba casi toda la noche en vela, sin poder dormir.


Sentía que mi cuerpo se sentía molesto con algo, pero jamás le había hecho mucho caso por lo cual me era bien difícil de comprenderlo. Hablando con mi tío intente convencerle más de una vez de que era algo pasajero y gracias a que mi padre era el jefe no me lo tuvo en cuenta. A veces ser el heredero no estaba mal.

La única inconveniencia que tenía era el hecho de que todos esperaban más de mí de lo que podía dar. No me consideraba alguien extremadamente inteligente, o una persona que supiese exactamente lo que quería en su vida. Mi madre, que siempre había sido un tanto bohemia me decía que lo que tenía que hacer era dejarlo todo atrás, ser libre, vivir experiencias y no dejar que nada me preocupase. Qué bonito era escucharlo y que difícil resultaba llevarlo a cabo.

Yo, Kim Jongdae, Chen para los amigos, era un ser tan atado a lo que conocía que no podría dejarlo todo atrás por muy adecuado que le sonase a mi madre. Siempre había pensado que tenía que centrarme para poder llevar una buena vida, el tipo de vida que yo quería vivir, y aunque luego tuviese malas pasadas. Todo el mundo las tiene y yo no podía ser una excepción. Además, me habían criado para ser serio y decidido, no un holgazán errante.

Llevaba todo el día haciendo cuentas, sin parar, pues es lo que le había mandado mi tío a mi secretaria mientras él y Yixing estaban en una reunión supuestamente importante. Había observado varias veces al pobre chico. No pobre porque no tuviese dinero, sino porque tenía que enfrascarse en aquellas estúpidas reuniones en las que nunca se sacaban conclusiones en claro. De un día para otro había caído sobre él una gran responsabilidad y la gente de su alrededor no le tenía gran estima. Sobre todo mi secretaria, Xiumin, que solía mirarle con recelo y la había escuchado más de una vez criticarlo diciendo que estaba ahí para quitarme el puesto.

No solamente se metían con el por la recién envidia que había ido amontonando, todo lo que hacía era erróneo y aunque sus ideas fueran innovadoras y excelentes las tramitaban las ultimas y siempre de una mala manera. Al estar llenas de fallos siempre me tocaba a mí revisarlas y he de admitir que algunas propuestas me llegaron a sorprender.

Lo peor era que se metían con su condición social. Llegaba a comprender el porqué yo si me podía meter con él en ese ámbito: había comenzado a hablar conmigo pensando que podía sacarme dinero, y eso no me parecía bien y por lo tanto me daba derecho a ser “malo con él. Aunque siendo sinceros yo le había tratado de tal manera que era fácil de hacerse ilusiones. Pero ¿los demás?

Toc, toc.

-Pase –después de un pequeño momento escuche su ofrecimiento. Abrí la puerta y un gesto de confusión recorrió su rostro pero luego se mostro impasible-. ¿Quiere algo señorito Kim?

-¿Desde cuándo me tratas de señorito? –fruncí el ceño-. Te he traído algo –comente antes de que pudiera responder a mi pregunta. Se levanto para ver qué es lo que era, curioso. Entre en su pequeño cubículo con tres bolsas de tintorería en el brazo-. La gente de la oficina se está ensañando contigo porque llevas trayendo el mismo traje durante toda la semana –comencé a explicar.

-No quiero caridad –repuso de una manera firme, algo que me sorprendió en el-. Ya es tarde para hacer regalos a un ex-amante.

-No es un regalo de caridad –deje los trajes sobre el respaldo de una silla-. Son trajes que me quedan pequeños de hombros y no los quiero. Mejor dártelos a ti que tirarlos a la basura –explique con cierta paciencia al ver su expresión-. Mi sastre personal les ha dado un toque para que no te queden pequeños.

Con cierto recelo, se acerco a la silla y abrió una de las bolsas del tinte mirando dentro.

-Están recién lavados.

Giro la cabeza hacia mí pero luego volvió a lo suyo. Metió la mano dentro y con los dedos palpo la tela. A duras penas pudo aguantar una expresión de asombro al ver la calidad de esta y volvió a mirarme otra vez.

-¿Es una especie de ofrenda para enterrar el hacha de guerra? –mi ceño volvió a fruncirse con esa frase.

-No sabía que hubiese una guerra entre los dos.

-No si no tienes en cuenta mis amenazas –alzo una ceja. Sonreí sin poder evitarlo y pose mi mano sobre su hombro dándole un pequeño toque.

-Nunca me las llegue a tomar en serio. Hay pocas cosas que puedas hacer para joderme de verdad –le admití-. Y dudo que con lo poco que nos conocíamos pudieras atinar a hacerme un solo rasguño.

-Ya… -volvió a mirar a los trajes sin saber que decir.

-Mira. Vamos a trabajar en la misma planta bajo la misma empresa. Es mejor que nos llevemos bien, incluso yo sé que no somos simples conocidos –metí mis manos en los bolsillos de mi lujoso pantalón-. Puede que ahora no te agrade pero soy la única persona con la que puedes contar aquí, todos los demás te odian porque apareciste de la nada y llegaste a lo alto…

-¿Tu no me odias por eso? –solté un pequeño gruñido pues algo que no me agradaba nada de nada era que me cortasen mientras estaba hablando-. Quiero decir… -comenzó de una manera más tímida-. También he escuchado esos rumores y, algunos osan decir que quiero quitarte tu puesto.

-Eso no había llegado a escuchar yo… -murmure entre dientes sin darle importancia-. No tengo miedo de que eso pueda pasar. Mi padre le da demasiada importancia a la herencia de sangre. Si, por casualidad, yo muriera mi padre le dejaría la empresa a mi tío y le haría prometer que este se la fuese a dejar a su propio hijo. Nadie de esta empresa, quitándonos a mi tío y a mí, podría llegar a ser presidente de la susodicha. Y he ahí una de las razones por las que los rumores sobre ti son falsos.

-Aja… -volvió a quedarse callado una vez más mirando hacia abajo.

-Bueno, si deseas cualquier cosa podrás encontrarme en mi despacho –me despedí con una pequeña inclinación antes de darme la vuelta y salir de la habitación. El aire se veía tan tenso e incomodo que había comenzado a pensar que él no era el Zhang Yixing con el que hasta hacia poco había mantenido relaciones sexuales casi todas las noches.




No fue hasta el medio día del día siguiente que volví a verlo. Llamo a mi puerta suavemente, como si tuviese dudas de si debía de hacerlo o sino. Le indique que pasase y se sentase en una de las sillas que tenía mi mesa enfrente. Titubeando un poco lo hizo y miro alrededor hasta que yo termine de revisar un contrato.

-Me he puesto uno de los trajes que me diste ayer –me informo aunque yo ya lo hubiese reconocido. Le sonreí con cierto agrado-. Y así pude devolverle el suyo a Luhan –encogió sus hombros.

-¿Me estás diciendo que el que llevabas hasta ahora ni siquiera era tuyo? –reí levemente mientras hablaba.

-La pensión de mis padres no me da para poder pagar algo tan caro –murmuro de una manera que se me hizo difícil de escuchar-. Normalmente nos solemos conformar con comer todos los días y tener electricidad y agua caliente; no nos podemos permitir los lujos de comprar ropa –sus curiosos ojos volvieron a fijarse en mi, en mi sombría expresión. Ya no sabía si hablaba en serio o no. Se suponía que ahora no tenía ninguna razón para andar comiéndome la cabeza pero anteriormente me había contado tantas cosas que… ¿quién sabe?-. Ahora, gracias a tu tío, me encargare de comprármelos yo mismo para que no te tengas que estar preocupando de llevarlos a tu sastre –sonrió otra vez haciéndome ver que las cosas para el habían mejorado.

-Has tenido suerte entonces. Mi tío es un señor al que no le importa la edad de la gente mientras sepan hacer su trabajo –apoye mis manos sobre el escritorio, a modo de esfinge. Luego me aclare la garganta y agite la cabeza-. Tengo hambre… ¿Has comido? –negó con un simple gesto de cabeza antes de que me alzase-. Bien, te invito a comer entonces. ¿Tienes mucho trabajo que hacer? –volvió a negar mientras se levantaba y ponía bien la corbata.

-Por ahora no tengo ninguna reunión más. Aunque a las seis tengo que juntarme con tu tío y…

-Sí, estoy sobre aviso con esa reunión yo también –le corte mientras me ponía la parte superior del traje-. Tenemos tiempo de sobra para ella, no te preocupes.

Casi pude notar como relajaba su cuerpo y me seguía fuera del despacho, bajo las poco disimuladas miradas de todos los empleados. Debían de estar algo contrariados de que el heredero y el que, según ellos, iba acabar por quitarme el puesto saliesen del despacho del primero y se dirigieran al mismo sitio. Bueno, visto desde su punto de vista, eran más rumores que inventarse.

Durante la primera media hora Lay estuvo algo alterado. Desde que había subido a mi coche y se había sentado en el asiento del copiloto. Había preguntado más de una vez a dónde íbamos, intrigado, pues le había avisado de que iba a ser mejor coger algo de abrigo.

-Hace mucho tiempo que no comía en uno de estos sitios –admitió mientras cogía arroz con los palillos y se los llevaba a la boca. Estábamos en la parte más vieja de la ciudad, donde las pequeñas tiendas artesanas y de comida casera se apiñaban una con otra.

-Pero si este tipo de comida es muy barato –opuse.

-No entiendes lo que significa nada de lujos ¿verdad? –frunció el ceño molesto de que pareciese que no le hiciese caso-. Me gusta la comida que hace mi abuela, pero siempre está bien probar algo hecho por otra persona.

-¿Tu no cocinas? –inquirí metiéndome un cacho de carne envuelta en lechuga en la boca-. Pensaba que todos los pobres sabíais hacer las tareas de la casa –bromee.

-Agh… Si te molesta que los del trabajo se metan conmigo por eso mismo deberías de dejar de hacerlo tu –golpeo mi brazo con algo de fuerza. Al menos poco a poco volvía a ser el chico parlanchín de cuando nos habíamos conocido-. Yo soy un desastre en casa. Si me pongo a cocinar me olvido de echar la sal o el agua o el aceite incluso a veces el ingrediente principal. Y si me pongo a limpiar tengo que ir a la cocina cinco veces para poder tener las dos cosas que necesito para llevar a cabo la tarea –confeso algo avergonzado tapándose la boca-. Todas las mañanas mi abuela me revisa para ver si se me ha olvidado algo. Una vez se me olvido ponerme la camisa debajo de la chaqueta –rio aun más avergonzado, siendo al poco que le acompañe yo con una sonora carcajada.

-Me hubiera gustado verte ese día en la oficina –confesé terminando de masticar lo que tenía en la boca.

-A ti y a cualquiera con dos ojos en la cara –comento con cierto tono de burla haciendo ver que hablaba en bromas aunque para mí su convección pasaba más allá-. Podría hacerme pasar por un idol si quisiese –aseguro intentando no echar fuera lo que se había metido en la boca por la risa.

-Para eso  tendrías que saber bailar o  cantar ¿sabes?

-Se bailar, y no solo un guarro striptease ¿eh? –hablo sonrojado mientras yo reía al recordar el que una vez me había dedicado hacia ya un buen tiempo-. Solo necesitaría ir a ciertas clases de canto para que me enseñaran a hacer gorgoritos. Mira –cogió una servilleta de papel y saco un bolígrafo firmando en el cacho de papel para luego dármelo a la mano-. Dentro de un tiempo eso baldra más dinero que toda tu fortuna junta.

Solté una pequeña risa entre dentada al escuchar la burrada que acababa de soltar.

-Chen… -mascullo suavemente mientras abría la puerta de mi oficina sin llamar-. ¿Puedo confesarte una cosa? –asentí mirándolo intentando no hacer mucho caso a su falta de cortesía en aquel momento-. No te lo tomes a mal ¿sí?

-Deja de hablar como si lo que fueses a decir vaya a ser tan importante para mí que no voy a volver a ser el mismo –le pedí un tanto brusco.

-Ya… no, tranquilo –suspiro y cogió aire un par de veces antes de seguir hablando-. Veras, es que yo… entre en la empresa solamente para montarte un escándalo. O sea… no me puse a trabajar allí para montarte el escándalo si no que ese día fui con intenciones de montártelo y de por casualidad me encontré con tu tío y paso lo que paso… -agacho la cabeza-. Pero ahora ya, la verdad es que me da igual. Si estaba molesto contigo era porque te habías burlado de mi y no había conseguido sacarte nada, pero ¿ahora? Tengo un trabajo con el que antes ni podría soñar y dentro de poco podre comprar todas las medicinas que quiera para mi abuela –sonrió débilmente.

-¿Y? –mi voz volvió a sonar de una manera brusca, tanta que su gesto casi me pareció que le iba a hacer daño en el cuello-. Lo primero ya lo había presupuesto yo, no soy tonto –intente suavizar un tanto el tono aunque no pude-. De lo segundo solo puedo decir que me alegro –encogí mis hombros quedando en silencio para seguir comiendo.

-Yo no he dicho que seas tonto –se auto defendió de mis palabras-. No sabes lo mal que me he sentido durante estos días. ¡Que hasta he recapacitado yo solo sobre mis actos! ¿Sabes? –su voz se hizo sonar por una pequeña parte de la planta.

-Nunca es tarde para madurar o para dejar ver cuál es tu verdadera personalidad –repuse-. Me da igual cuales sean tus intenciones o ideas, pero no me gusta la gente falsa o que pretende ser lo que no es.

-Llevo años mostrándole solamente a la gente más cercana a mí lo que soy en realidad –se quejo-. Es normal que a ti que te conozco de poco más de un mes me piense en que es lo que debería de contarte y que no ¿no crees? –su voz salía tan alta que comenzaba a incomodarme.

-Visto así tiene su sentido, pero nosotros nunca hemos tenido una relación normal. Debiste dejar de ser don Perfecto desde el momento en el que te cale de lleno.

-Puedes decir todo lo que quieras –entro en el despacho cerrando la puerta detrás  de él y se aproximo hacia donde yo me encontraba- pero tú eres igual que yo. ¿A cuántas personas les has dicho que eres gay o que te gusta ir metiendo tu polla dentro del culo de otros?

Mis mejillas se encendieron como si fueran pólvora por lo que había dicho. Sobre todo teniendo en cuenta que era la primera vez que alguien se atrevía a decirme algo así. En todas las “relaciones”, si es que así se le podían llamar, que había tenido siempre-siempre había sido el que tenía el mando, el que hacía que la otra persona se desestabilizara.

-Mi manera de pensar ha cambiado pero la tuya sigue siendo la misma que hace un mes. Te sientes superior a mi porque supiste ver mis primeras intenciones, que no las segundas, y aquí el único que tendría que aprender de sus errores eres tú, o sea que trátame con cierto respeto.

Me quede en el sitio mientras le escuchaba hablar. Normalmente cuando alguien me sermoneaba solo escuchaba un blablablá de fondo, porque lo que me decían para mí no tenía nada de interés. En parte no me gustaba que un chico de la calle me hablase como si tuviese razón y yo no fuese más que un niño desagradecido, porque tenía razón y yo lo veía como tal aun, pero por otra parte me encantaba, me excitaba.

Tan brusco como antes me levante de mi silla de trabajo y camine hasta donde estaba el, mirando de reojo la puerta para verificar que estuviese cerrada. Lo agarre con fuerza de los laterales de su rostro y estampe mis labios contra los suyos y simplemente me deje llevar por la situación. Por él. Intentando hacer lo menos para influenciar en el momento.

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